EXODUS
19
Clark despertó al día siguiente sintiendo como si le hubieran arrancado una parte de sí mismo.
Creyó que decidirse por Lana aclararía su mente, y que podría continuar con su vida en paz, pero durante el ensayo de boda las cosas se complicaron. Una intensa jaqueca le indicó que debía volver al granero, donde el Dr. Waldon apareció con fuertes poderes y la intención de asesinarlo; Clark sobrevivió por poco, aunque el doctor por otra parte terminó incinerado. Aunque lo había provocado él mismo, la culpa caía sobre Clark como brasas de kriptonita.
Lana lo fue a visitar después de que el ensayo de boda terminó, y aunque aligeró la carga en su corazón, por la madrugada la voz llamó de nuevo, esta vez para que fuera a donde la nave estaba guardada.
Jor-el le exigió que dejara todo lo que conocía en Smallville y obedeciera su voluntad. La negativa de Clark le ganó una quemadura en el pecho, como si fuera una vaca marcada a base de acero y calor, la propiedad de Jor-el.
Después de eso y de la muerte del Dr. Waldon, le quedó claro que debía hacer lo que fuera para evitar su destino, pero evitando implicar a más personas, incluso sus padres, para causar la menor cantidad de daño posible. Pero Jorel le advirtió que si seguía rechazando su destino para el atardecer del día siguiente, habría consecuencias graves.
En su desesperación, lo único que se le ocurrió para evitarlo fue destruir la nave usando la llave de Kriptonita que Lionel había diseñado. Aunque no podía imaginar qué efectos secundarios traería, era lo único que se le ocurría para romper los lazos con Jor-el para siempre. Con ayuda de Pete, que distrajo a Lionel, robó la llave de kriptonita. Solo quedaba la última parte del plan.
Le dijo a sus padres que se adelantaran a la boda de Lex, cuando aún faltaban horas para el evento. Destruir la nave tomaría un segundo, pero no tenía el valor de hacerlo todavía, así. No sabía si funcionaria, si seguiría siendo la misma persona cuando lo hiciera, si de verdad podría volver a las personas que le importaban, pero la decisión estaba tomada, solo quedaba mentalizarse del todo.
Lana fue a verlo un par de horas antes de la boda, para ver si estaba listo, pero Clark también le pidió que se adelantara. Antes de que ella se fuera, sin embargo, la miró con atención para hacerse una imagen mental que pudiera llevar consigo siempre, junto al resto del pueblo que la había visto crecer. Había hecho paz con el hecho de que tal vez no volvería a ver a su familia, pero estaba bien con eso si significaba que estarían a salvo de cualquier plan que Jor-el tuviera. Se había despedido de sus padres, de Lana, de Pete. Pero aún quedaba alguien a quien ver por última vez.
Aunque no tenían mucho tiempo de tratarse, Whitney había dejado una marca indeleble en el corazón de Clark, con cada una de sus sonrisas, atenciones y bromas malas. No podía simplemente ir sin dejar nada. Aunque hubiera puesto distancia entre los dos para poder reavivar su amor por Lana, no podía negar lo mucho que le afectaba el tan solo pensar en él. Un adiós era lo mínimo que merecía.
Corrió hasta la casa Fordman para no perder más tiempo, y con suerte no había nadie en el patio como para notarlo. Tocó cuatro veces, y a los segundos tocó de nuevo, mientras sentía las omnipresentes manecillas del tiempo volverse navajas que amenazaban con degollarlo.
Abrió la señora Fordman.
_Buenas tardes _dijo Clark con voz temblorosa_. Lamento haber tocado así a la puerta, es que necesito ver a Whitney, es urgente.
La mujer ladeó la cabeza y lo miró con incredulidad.
_¿No te lo dijo?
_¿Perdón?
_Whitney se reenlistó con los Marins. Ya se fue a la estación de autobuses. Me dijo que ya se habían despedido.
Clark sentía que se quedaba sin aliento, pero intentó sonar relajado.
_¿Sabe a qué hora se va su autobús?
_Se va como en diez minutos _la mujer miró su reloj y luego lo miró con lástima_. Pero es la estación a las afueras de Smallville.
_No se preocupe, gracias.
Tan pronto como la mujer cerró la puerta, emprendió el recorrido, esperando que no fuera demasiado tarde. Tarde para ver a Whitney, ni para destruir la nave.
—
Cuando llegó a la estación de autobuses, faltaban tres minutos para partir. La estación era pequeña, como todos los establecimientos en Smallville, y solo se veían tres autobuses estacionados y cuatro personas con maletas, pero Whitney no era una de ellas.
Entró a la taquilla. No estaba. Luego a los baños. Nada. Rodeó las afueras del edificio, con una parte de él temiendo que el autobús se fuera antes.
Sin embargo, en la parte posterior de la estación, donde el edificio generaba una sombra larga, había un joven de cabellos dorados que estaba recargado contra la pared descarapelada, de pie y con los ojos cerrados. El musgo a su alrededor y la altura del pasto, sobre el que una maleta descansaba, indicaban que rara vez había alguien allí para siquiera hacer aseo; era como si Whitney se estuviera refugiando en un punto muerto. Clark creyó que sentiría alivio en cuanto lo viera, pero todo lo que albergaba era furia.
_¿No pensabas decírmelo? _gritó mientras se acercaba. Whitney abrió los ojos sobresaltado, pero se relajo un poco en cuanto vio de quién se trataba.
_¿Cómo lo…?
_Tú madre me lo dijo _Clark rechinó los dientes_. ¿Por qué no me lo dijiste?
Whitney lo miró, sin una pizca de molestia o sorpresa ante el tono de voz que el otro chico usaba. Se veía cansado sin más, derrotado incluso.
_No quería despedidas, lo haría más difícil _Whitney se cruzó de brazos y miró al suelo_. Y no creí que te importaría.
_¿Cómo puedes creer que…? _Clark se pellizcó el puente de la nariz y trató de bajar la voz_. Ni siquiera sabía que estabas lo suficientemente sano como para irte.
_Lo habrías sabido si hubieras contestado mis llamadas _Whitney dijo con su boca formando una línea recta. Clark se quedó callado.
_No tengo excusas para lo que hice. Lo siento.
_Ya no importa, esto hubiera pasado igual _Whitney tomó su bolsa y se la puso al hombro_. Ambos merecemos algo más que tú ofreciéndote caridad.
Clark puso ambos brazos en la pared, rodeando a Whitney, pero ni por eso este alzaba la vista. Clark sentía una presión en el pecho.
_¿En serio crees que eso eres para mí? ¿Una simple caridad? _se le quebró la voz_. No tienes idea de lo que significas para mí.
Whitney no dijo nada. Se quedó mirando al pasto muy atento. Clark usó su dedo índice para levantar el mentón de Whitney con suavidad, haciendo que se miraran de nuevo. Los ojos del rubio tenían una inocencia casi infantil, como si su inocencia estuviera a punto de volverse añicos.
_¿Entonces qué soy? _dijo tan bajo que Clark apenas lo escuchó.
Había tantas respuestas que podía darle, que necesitaba darle. Sus pensamientos se alentaron y aceleraron al mismo tiempo, un revoloteo inconfundible en su estómago. La respiración de Whitney cosquilleaba sus labios, lo hacían desear estrecharlo entre sus brazos y no soltarlo jamás. Le habría dado el mundo entero si así se lo hubiera pedido. Daba igual lo que el resto del mundo pensara.
Pero no había promesa de que las cosas pudieran continuar entre ellos después de destruir la nave. Si el plan no funcionaba, Clark temía volverse alguien que Whitney no reconociera, que descubriera por fin la clase de monstruo que era. Le había fallado a Lana demasiadas veces, y a todas las personas que conocía. El simple hecho de amarlas era suficiente para demoler sus vidas. No podía atar a Whitney también, no cuando por fin había recuperado sus alas.
_Eres mi amigo _dijo mientras su corazón se partía en dos.
Whitney no dijo nada. Su boca se torció en un gesto similar a una sonrisa burlona mientras sus ojos se humedecían. Le tomó varios parpadeos hacer que se secaran.
_Cuídate, Clark _dijo con voz ronca.
Clark bajó los brazos y Whitney caminó unos metros, pero se detuvo en seco y volvió con pasos veloces.
_¿Whit-?
El rubio lo tomó de los hombros y lo empujó contra la pared en un estruendoso sonido. Clark no ofreció resistencia. Antes de saber lo que pasaba, los labios de Whitney estaban sobre los suyos.
Clark tenía la fuerza para detener autobuses y levantar tractores, y aún así era incapaz de moverse un milímetro. El tiempo se congeló junto a su respiración. Uno a uno sus músculos se relajaron, y cuando el último lo hizo, sus párpados se cerraron, entregándose por completo a la sensación.
Lo que comenzó como una colisión estrepitosa de bocas, dos rocas tallandose una contra la otra, se convirtió en un juego de lenguas tratando desesperadamente de aferrarse a otro fébril momento. Clark quería saborear cada centímetro de los labios de Whitney, hasta devorarlo por completo. Enterró sus manos en el cabello rubio, y fue recompensado con un gemido desmesurado. De pronto el mundo giraba alrededor de Whitney, tan rápido que Clark saldría disparado en cualquier momento, por lo que se dejó caer contra la pared mientras el otro chico acariciaba sus mejillas, recordándole que seguía en el planeta tierra.
Durante los siguientes meses, Clark pasaría cada noche deseando que ese momento nunca hubiese terminado, y así Whitney no habría subido al autobús, y Clark no habría destruído la nave, y por lo tanto su madre no habría perdido al bebé, y Clark nunca se hubiera vuelto a sentir solo. Pero solo tenían el aquí y el ahora que, eventualmente, terminó.
Whitney se despegó de Clark con la misma fuerza con la que lo había besado, y se limpió los labios, las mejillas, el cuello. Sus mejillas estaban coloradas y su cabello alborotado. Jamás se había visto tan hermoso.
_Tenía que hacerlo _Whitney dijo jadeante, mientras retrocedía_. Al menos una vez.
Avanzó hasta el autobús, sin mirar atrás ni una sola vez, y Clark permaneció en la estación hasta que el vehículo se marchó.
Había llegado el momento de que cada uno continuara con las decisiones que había tomado, y vivir con el peso de las consecuencias.
—
Casi cambia de decisión cuando Lana le dijo que lo necesitaba.
Había encontrado el anillo de kriptonita roja que Chloe guardaba en la escuela, y con eso todo se volvió más fácil, o se volvería más fácil con el tiempo.
Después de la forma en que su padre lo miró en el hospital, después de la forma tan desconsolada en que su madre lloró cuando supo que había perdido al bebé, Clark comprendió que no podría seguir viviendo consigo mismo sin acallar el dolor y dejar todo atrás. Así que partió a Metrópolis. Jor-el había tenido razón cuando le dijo que desobedecer solo traería desgracia. Pero ahora no tenía nada que perder.
Lo único que llevó consigo fue la motocicleta de su padre y una chaqueta de cuero. Todo lo demás lo conseguiría una vez que la kriptonita roja le dijera qué hacer.
La última vez que habló con Lana antes de ponerse el anillo, ella le dijo entre lágrimas:
_Te amo, Clark.
Y por más que lo intentó, no pudo decirle las palabras de vuelta. Y entendió que no importaba cuánto tratase de convencerse a sí mismo de lo contrario, el amor de Lana jamás sería suficiente. Y por lo tanto su propio intento de amor tampoco lo sería. Whitney se había llevado la poca energía que le quedaba para resistir, para olvidar que su mundo se desmoronaba, y no tenía a nadie más a quien culpar que a sí mismo.
Clark se puso el anillo, y tan pronto como los efectos de la kriptonita viajaron igual que sangre en sus venas, sus sentimientos y penas se convirtieron en un borrón lejano.
Arrancó la motocicleta y se fue, al igual que Whitney, sin mirar atrás.