13
Clark intentaba convencer a Whitney, pero éste se estaba portando extrañamente reacio.
Lana no la estaba pasando bien. Hacía poco que había podido reconectar con su padre biológico, Henry Small, pero su esposa ahora sentía que Henry solo pasaba tiempo con Lana y estaba por pedirle el divorcio. Lana se hizo a un lado en pos de que Henry pudiera salvar su matrimonio, pero ahora había quedado sola, de nuevo.
Se suponía que Henry la iría a ver en una competencia ecuestre del pueblo, pero dadas las circunstancias, Lana quería renunciar a la competencia, sin nadie que la fuera a ver. Fue por eso que Clark la animó y le aseguró que iría, aunque no solo de ser posible.
—¿Este sábado? —Whitney dijo, el viento de la carretera alborotando sus cabellos dorados.
—Sí —Clark contestó mientras giraba el volante—. Creo que Lana se sentiría mejor si también fueras tú.
—No lo sé Kent, suena a que estaba intentando quedar a solas contigo —Whitney contestó con un tono quedo.
—Es un evento deportivo, entre más gente te apoye mejor. Ya le pregunté a Lana y dijo que no hay problema.
—Tal vez sea raro que vaya, sigo siendo su ex. Pregúntale a Chloe.
Clark resopló.
Los días anteriores habían sido raros. No sólo en la forma usual en que las cosas se ponían extrañas en Smallville, sino también entre Clark y Chloe.
Cada vez que el adolescente pasaba tiempo con Lana, Chloe se portaba como si la estuvieran engañando, y comenzó a regañar a Clark por cada minúscula cosa que hacía (o no hacía) para el periódico escolar. La pelea llegó al punto en que Clark renunció a La Antorcha. Días después, un montón de estudiantes descerebrados (y con tendencias asesinas) destrozó la habitación donde Chloe trabajaba en el periódico, por lo que ella se puso aún más nerviosa, y no habían podido arreglar las cosas desde entonces.
—Creí que ya se habrían encontentado.
—Es-
—Déjame adivinar, es complicado —Whitney dijo por fin con una sonrisa, lo que también le sacó una a Clark—. Lo que sea que haya causado la pelea, se arreglará pronto. Se conocen desde hace tanto tiempo como para que una sola pelea termine todo.
—Eso espero —Clark respondió dubitativo.
Por alguna razón no le había explicado a Whitney el motivo de la discusión con Chloe. Tal vez el chico le hubiera podido dar un consejo, pero últimamente Clark prefería guardarse los temas amorosos para sí mismo. De cualquier modo, no quería pensar en el tema de momento. Sólo quería pasar un buen rato junto a Whitney.
—Pero hasta entonces —Clark continuó—. ¿Puedes venir a ver a Lana?
Whitney lo miró como si quisiera buscar algo en su mirada. Al final suspiró y asintió con la cabeza.
—Pero no me culpes si pierdes una gran oportunidad con Lana —dijo, volviendo a su tono sarcástico habitual. Clark sonrió satisfecho.
—
Se había cambiado de conjunto cuatro veces, y aún no encontraba el atuendo correcto para ir al evento. Era una competencia deportiva, así que tal vez debía ir casual. O como era un evento oficial, quizás lo mejor era ir más formal. O quizás podía ir formal-casual para no fallar. Pero no tenía suficiente ropa para ir formal-casual de todos modos.
Sus camisas a cuadros y la única chaqueta de piel que tenía solían ser suficientes. Pero estaría avergonzado si Whitney iba vestido de manera apropiada y lo hacía ver aún más fuera de lugar. El joven se veía bien con absolutamente todo lo que se ponía.
Ese fue el razonamiento para justificar lo mucho que le importaba la reacción que tendría Whitney en cuanto lo viera.
Iba a recogerlo a las dos de tarde, por lo que Clark empezó a arreglarse una hora antes, ya que solo le tomaba veinte minutos conducir hasta la casa Fordman. Supuso que tendría tiempo de sobra para vestirse y comer algo ligero, pero después de haberse puesto y quitado la ropa tantas veces, modelando frente al espejo como una niña cambiándose para su primera cita, los minutos antes de irse se habían derretido hasta convertirse solamente en cinco.
Al final se puso la camisa más nueva que tenía, de cuadros por desgracia, unos jeans, y le pidió prestada a su padre una chaqueta que solo usaba para ocasiones especiales. Jonathan se la entregó con una sonrisa burlona, y Martha le deseó suerte con Lana, luego Clark se fue a la camioneta con una manzana en la mano.
El corazón le estaba palpitando con fuerza. Clark hacía una serie de respiraciones profundas sin despegar la mano del volante, pero su pecho no dejaba de ir a un ritmo frenético. Si acaso, su corazón se aceleraba entre más cerca estaba de la casa de Whitney. A Lana la vería hasta llegar al lugar de la competencia, no tenía sentido que desde ese momento estuviera nervioso. Siguió conduciendo con los ojos aferrados al camino, como si así pudiera vaciar su cabeza de cualquier pensamiento incoherente.
Luego de estacionarse, llamó a la puerta, que se abrió de inmediato. Fue recibido por un joven apuesto con el cabello dorado peinado hacia atrás, que lucía jeans negros y una chaqueta encima de un jersey que emanaba olor a enjuague de ropa.
—¿Estás ahí, Kent? —Whitney le pasó una mano por enfrente del rostro..
—Lo siento —Clark sacudió la cabeza ligeramente—. Es que.. hola.
—Hola —Whitney dijo inseguro, luego se humedeció los labios.
—¡Clark, qué gusto verte! —desde dentro de la casa gritó la madre de Whitney, que estaba tejiendo al fondo en la sala de estar.
Clark saludó con timidez, antes de que Whitney se despidiera y cerrara la puerta.
—Por cierto —Whitney se enderezó con aire de superioridad—. ¿No notas algo diferente?
Clark notaba muchas cosas de Whitney, pero su mente estaba tan ofuscada por los detalles que tenía miedo de decir una respuesta demasiado honesta, así que concentró su mirada en el chico, buscando algo normal que un amigo notaría en otro amigo, pero entre más lo miraba más se quedaba en blanco.
—¿En serio, Clark? —Whitney hizo gesto ofendido.
—No lo sé —Clark estaba midiendo con cuidado sus palabras, pero al final tuvo un lapsus brutus—. Te ves guapo con el cabello así.
Whitney soltó una carcajada que tendría que haberse escuchado hasta el otro lado del condado, pero no por eso el rojo de sus mejillas fue menos obvio.
—¡El bastón, Kent!
Clark miró el objeto, o más bien la ausencia de este, mientras Whitney alzaba ambas manos como si mostrara un truco de magia.
—¡Whit, eso es increíble! —Clark fue hasta él a pasos largos, pero se detuvo lo suficiente para no tomarlo en brazos.
—Gracias —Whitney se rascó la cabeza, vacilante—. Aunque camino muy, muy lento, así que tendrás que ser algo paciente.
—Sigue siendo un gran avance —Clark no podía dejar de sonreír—. Te dije que debías seguir tus terapias.
—Sí, sí, ni me lo recuerdes —Whitney puso los ojos en blanco—. Ya puedes decir “te lo dije”, para poder continuar con nuestras vidas.
Clark lo miró a los ojos y pensó en la forma tan demacrada en que lo encontró aquel día en la banca. En la frustración que sentía con cada ejercicio para sus piernas, y en el omnipresente bastón que parecía ser un peso invisible en su cabeza. Ver a Whitney así de radiante, de satisfecho consigo mismo, causó un calor inefable en el pecho de Clark.
—Estoy orgulloso de ti —fue lo único que pudo decir.
Whitney abrió los ojos con sorpresa. El rubor estaba apoderándose de sus mejillas, así que agachó la cabeza.
—Gracias —susurró.
Ahora fue Clark quien se humedeció los labios. Una idea impulsiva atravesó su cabeza por una fracción de segundo, pero cualquiera que hubiera sido, era mejor desecharla frente al volante.
—Hay que irnos.
—
Llegaron al lugar de la competencia en media hora. Se trataba de un pequeño hipódromo con capacidad para seis mil asistentes, aunque según Whitney, que había acompañado a Lana en concursos similares, normalmente solo se llenaban la mitad de los asientos, al tratarse de un evento local.
El concurso empezaba a las tres, pero habían acordado ver a Lana antes para ayudarla a lidiar con los nervios. Cada concursante tenía dos pases para “invitados especiales”, que le permitían a estos el poder verla tras bambalinas previo a la competencia. Por eso es que ahora estaban caminando entre docenas de amplios y pulcros cubículos de madera, cada uno con un caballo que era acicalado por una o dos personas. Olía a paja, pomada para caballo y solo un poco a estiércol. Lana estaba al fondo cepillando el cabello de Donatello, su corcel. Estaba ya vestida con uniforme de jinete, tenía el cabello trenzado y su casco descansaba en un banco.
—Pero si ya luces como toda una profesional —dijo Whitney mientras él y Clark se acercaban. Lana volteó en su dirección y los ojos se le iluminaron.
—¡Chicos!
Lana abrió y cerró el cubículo para salir, luego fue con Clark. Su abrazo era tan cálido como siempre. Cuando fue turno de Whitney, este le extendió una mano incómoda. Lana sonrió y se acercó a abrazarlo. Clark observó con atención. Whitney no estaba tomando a Lana de la cintura ni mucho menos, y la expresión de Lana era la de alguien que estaba feliz de ver a su hermano mayor, pero aún así algo en ese abrazo no le sentaba bien.
Tal vez eran remanentes de la previa enemistad que tuvo con Whitney debido a su enamoramiento por la chica, pero Clark había estado seguro de que esos sentimientos se disolvieron en el momento que se hizo amigo de Whitney. ¿No lo había estado apoyando para acercarse a Lana a fin de cuentas? Clark apartó esos pensamientos de golpe.
—¿Este año también es salto de obstáculos?
—Sí, no creo que Donatello pueda aprender otra cosa a estas alturas —Lana acarició el la nariz del caballo.
—Lo harás bien —dijo Clark.
—Eso espero. Debería. Había entrenado mucho para que Henry me viera —Lana se rió incómodamente.
—Pues él se lo pierde —Whitney le dijo a Lana. Esta sonrió en respuesta. Tampoco le sentó bien a Clark.
Siguieron conversando hasta que llegó el momento de que los asistentes se colocaran en sus asientos. Al tener pases especiales, Clark y Whitney estaban al frente de la fila junto con el resto de familiares y amigos de los concursantes.
Había tres categorías para competir: doma clásica, doma vaquera y salto de obstáculos, por lo que Lana participaría con el grupo final, y pasaría un buen rato antes de poder verla. Solo entonces Clark reparó en que no había llevado bloqueador solar, y Whitney ya se estaba burlando sobre cómo parecería un tomate al final del día.
El rubio resultó saber bastante sobre cada categoría del evento, y durante todas las participaciones, le contaba cómo funcionaba el sistema de calificaciones y señalaba cuando había una deducción de puntos y por qué. En medio del sol de la tarde, con Whitney limpiándose la frente mientras le explicaba términos de competencia ecuestre, Clark entendió porqué había chicas en la escuela que se morían por los vaqueros.
El salto de obstáculos llegó a las seis de la tarde, y de acuerdo a un sorteo, Lana sería una de las concursantes de en medio, así que aún quedaba algo de tiempo por esperar, por lo que Whitney seguía explicando reglas del concurso. Con suerte, Clark habría aprendido lo suficiente para mirar a Lana y apreciar su actuación a un nivel más profundo.
—Sí que lo sabes todo de competencias —dijo Clark, cuando última concursante antes de Lana entró a la pista—. Debes de amarlas.
—Soy más de cabalgar y ver carreras —Whitney se encogió de hombros—. Lana es la que compite desde los diez años. Me enseñó todo lo que sé.
Clark asintió con la cabeza. Tenía ese sentimiento molesto de nuevo.
Como que no quiere la cosa, Clark dijo mientras se recargaba en su asiento:
—¿Cuántos tiempo estuvieron saliendo?
—Sólo durante su primer año de prepa, la conocí un año antes en un campamento de verano al que mi padre me obligó a ir. Allí aprendí a montar —dijo Whitney, y por un momento sus ojos parecieron dejar de mirar al frente, en su lugar rememorando tiempos pasados.
—¿Todavía sientes algo por ella? —Clark dijo. Sólo entonces se le ocurrió que tal vez no quería saber la respuesta. Whitney tomó aire.
—¿Tienes miedo de que te la robe, Kent? —lo miró con ojos entrecerrados.
—No quise decir eso —Clark dijo de inmediato—. Solo es curiosidad.
Whitney lo siguió examinando por un segundo y al final suspiró.
—Aún la quiero, pero no de ese modo. Es una chica muy amable y buena a pesar de todo lo que le ha pasado. Espero que le pasen cosas buenas —sus hombros bajaron de forma casi imperceptible—. Tal vez tú seas una de ellas.
Clark no supo qué responder. Sentía que cualquier posible respuesta sería un clavo en un ataúd que no sabía que estaba construyendo. Ni siquiera en su mente sabía si eso era lo que quería. Últimamente no sabía nada de nada.
Cuando la otra chica terminó, Lana entró a la pista con una sonrisa de oreja a oreja. De inmediato el aire dejó de sentirse tan pesado.
Lana realizó su rutina de ocho minutos, y salvo por un pequeño tropezón, Donatello lo hizo de forma impecable, o eso pensó Clark con base a su recientemente adquirido conocimiento ecuestre. Cuando Lana terminó, el público se deshacía en vítores.
Al llegar el momento de la puntuación, Lana recibió una calificación alta, y para el final de la competencia recibió la medalla de bronce bajo un cielo estrellado. Un par de periódicos locales la fotografiaron en el podio junto a otros dos competidores, le dieron un ramo de flores, un premio en efectivo, y un año de comida gratis para Donatello. Clark y Whitney la alcanzaron en cuanto las cámaras se fueron. Donatello estaba al lado, con Lana sujetándolo con una correa.
—Gracias chicos, no habría podido hacerlo sola —dijo con una sonrisa melancólica, que solo podía indicar que seguía pensando en Henry.
—No es nada, tú lo hiciste todo —Clark le puso una mano en el hombro. Lana la tomó con la suya. Era agradable.
—¿Qué vas a hacer para celebrar? —dijo Whitney.
—Por ahora sólo quiero ir a la cama, estoy muerta, y tengo tarea qué hacer mañana —Lana dijo, aún sonriendo, luego miró únicamente a Clark—. Ya veremos qué hacer luego.
Whitney alternó su vista de Lana a Clark, y viceversa, como si hubiera entendido algo, y dijo con un tono incómodo mientras retrocedía:
—Regreso en un momento, tengo que ir a buscar el sanitario.
Se fue, aunque tomandose su tiempo debido a la ausencia de bastón. En cuanto desapareció entre la multitud, Lana le dirigió una mirada dulce a Clark.
—No sé cómo agradecerte, Clark —Lana le dijo con voz como de seda—. Me habría retirado de la competencia de no ser por ti.
—Whitney también vino.
—Pero fue tu idea invitarlo. Y me convenciste de venir aún si Henry no me iba a ver.
—Es lo que cualquier amigo hubiera hecho —Clark se encogió de hombros.
—No cualquiera —Lana se acercó al rostro de Clark.
En ese momento, el aire se sentía cargado con energía eléctrica. Lana lo miraba con sus preciosos ojos verdes, cada vez más cerca, mientras el mundo se difuminaba a su alrededor. Era un magnetismo que Clark conocía de sobra y al que nunca podía resistirse, el momento en el que Lana se convertía en su centro de gravedad.
Y sin embargo, Clark seguía muy plantado en la tierra.
Retrocedió unos pasos, con una sonrisa fingida.
—Pues me alegra haber ayudado.
Lana entreabrió la boca con una expresión contristada, pero en un momento volvió a su sonrisa habitual.
—Como siempre lo haces.
—
Pasó horas dando vueltas en su cama, queriendo golpearse contra la pared. Whitney le había dejado el camino libre, Lana se le había insinuado, y el momento había quedado a pedir de boca. Después de una competencia, con los ánimos altos, bajo un cielo estrellado. Habría sido un beso de película. Y aún así, no pudo convencer a su cabeza de dar el siguiente paso.
Durante años, se había preguntado qué se sentiría ser correspondido por Lana, sin ningún obstáculo en el medio. Claro, aún tenía que ocultarle sus poderes, pero por primera vez no habían sentimientos ambiguos, dobles intenciones, o algún novio que estuviera en el medio. No podía haber sido una mejor oportunidad. Incluso Whitney se quedó callado cuando, en el camino de regreso, Clark le dijo que no había pasado nada entre él y Lana. Todos sabían lo que tendría que haber pasado. Clark era un idiota.
Y lo peor de todo, es que aún así tenía espacio en su mente para otra persona, pero se negaba siquiera pensar su nombre. Esperaba que si ahogaba el sentimiento lo suficiente, desaparecería, y entonces podría estar con Lana sin reparos, como tenía que ser.
—
Otra de las cosas de las que habló con Whitney al volver de la competencia, fue sobre arreglar las cosas con Chloe. Debido a lo que había pasado en la competencia ecuestre, Clark no estaba de ánimos para hacerlo, pero debía poner su vida en orden y el primer paso era arreglar las cosas con su amiga más antigua. Podía ser imprudente e inmiscuirse un poco demasiado en las vidas ajenas en nombre del periodismo, pero era buena gente, y no quería perderla.
Durante todo el día, Chloe lo estuvo evitando, y durante la hora del almuerzo se sentó en una mesa aparte. Cuando veía a Clark y a Pete entre el cambio de clases, solo saludaba al segundo.
Clark le dijo a Pete que se adelantara, y fue a ver a Chloe cuando la última clase terminó. Estaba escribiendo en su computadora en el cuarto de La Antorcha, que ahora estaba reluciente; ni una sola cosa estaba fuera de lugar.
—Arreglaste el lugar de la noche a la mañana —dijo Clark desde la entrada. Chloe dejó de teclar, lo miró con recelo y devolvió la vista a la pantalla.
—Un donador anónimo se ofreció a recontruir el departamento de periodismo. ¿Qué quieres?
—Hablar —Clark entró y cerró la puerta tras de sí, ignorando el tono de Chloe—. Me sabe mal cómo dejamos las cosas la última vez.
—¿Entonces vienes a disculparte? —Chloe no dejaba de teclear.
—Creo que los dos cometimos errores —Clark se limitó a decir mientras dejaba su mochila en la mesa. Chloe dejó salir una risa seca.
—Entonces eso es un no.
—Solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes.
—¿Te refieres a cuando me ignoras para ir a tus escapadas románticas? —Chloe se levantó de la silla de golpe.
—Malinterpretas las cosas.
—Por favor Clark, nos harías un favor a todos si dejas de ignorar lo que es obvio para todos. Eres el único que se engaña.
A Clark se le secó la garganta.
—¿De qué hablas?
—Sabes de lo que hablo —Chloe dio un paso al frente y alzó el volumen de voz—. Tus padres lo saben, Pete lo sabe, hasta Lana lo sabe, pero insistes en fingir que no pasa nada.
—De lo que sea que estés hablando, no sabes lo que dices —Clark dijo con tono defensivo.
—Y allí vas de nuevo —Chloe alzó las manos con hartazgo—. Te has portado muy diferente desde los últimos meses. Ya no pasas tanto tiempo conmigo, ni con Pete, y siempre tienes esa sonrisa ridícula. Te aseguro que te sentirás mejor en cuanto lo admitas. ¡Adelante, libera tu alma!
Clark perdió el último vestigio de autocontrol que le quedaba.
—¡Estás loca Chloe! ¡No necesito que me digas como me siento! ¡No estoy enamorado de Whitney!
Chloe no dijo nada. Se quedó petrificada de pie, mirándolo como si de pronto no recordara quién era. Cada segundo de silencio era como una puñalada al corazón.
—Dí algo Chloe.
Chloe tragó saliva.
—Yo hablaba de Lana.
La habitación se quedó sin aire. Las paredes giraban en un espiral que cada vez se volvía más angosto. No había nada más que preguntar o confirmar. Con esos gritos y actitud defensiva, Clark le había entregado la información a Chloe en bandeja de plata.
Intentó articular una oración, una palabra, un sonido. Decirle que era una broma, o pedirle que no se lo contara a nadie, pero era inútil. Sus cuerdas vocales le fallaban. Sentía como si se hubiera convertido en una molécula insignificante, flotando en el cascarón vacío que era su cuerpo.
—Clark…
De golpe volvió a la realidad. Una con regusto amargo.
Clark tomó su mochila de la mesa y salió de la habitación tan rápido como podía sin hacer evidencia de su super velocidad. Algo causó un estruendo contra el piso, así que debió de tirar algo al salir de la habitación, pero siguió caminando. No recordaba como, pero había llegado hasta su camioneta.
Estaba conduciendo al límite de velocidad, desesperado por llegar a casa. Con algo de suerte no saldría jamás.
Ojalá fuera tan sencillo.
El aire de la carretera hacía que las lágrimas no se precipitaran hasta sus mejillas, pero estaban allí sin duda.
Había sido un error. Todo lo que había pasado con Whitney. Todas las bromas, las sonrisas cómplices, las miradas atentas, los roces accidentales. Todo era un error.
Ya tenía suficiente con esconder sus poderes. Siempre había sido el bicho raro, el que no jugaba fútbol, el que no podía compartir partes de su vida familiar por miedo a terminar en un laboratorio, el que no podía establecer conexiones del resto del mundo sin ocultar media vida, y ser dejado atrás por esa razón.
Y a pesar de todo, tenía una familia que lo amaba. Amigos a los que les importaba. Todo era tan frágil, pero tan bello. Y le aterrorizaba que un simple error fuera a cambiar la forma en que pensaban de él. No iba a perder lo poco que tenía por un simple flechazo que en primer lugar jamás debió existir.
Había escuchado rumores en la escuela. Sabía lo que algunos chicos hacían cuando creían no ser observados. Se había enterado de estudiantes que eran echados de casa en cuanto sus padres lo descubrían. Algunos eran enviados a terapia para arreglar lo que sea que había salido mal.
Clark no era uno de ellos. No podía ser uno de ellos. Estaba bien, o lo estaría. Siguió el recorrido mientras se decía a sí mismo una y otra vez:
“Esto termina aquí”.