Manecillas, Capítulo 8

  08 Whitney se sentía culpable. La madre de Clark estaba en el hospital, y aún así su mente le daba vueltas al aparente rechazo que había s...

10/03/25

Manecillas, Capítulo 3

 03

Whitney estaba a orillas de la presa, a pocos centímetros de una caída libre que llevaba a nada más que una muerte segura. Sus manos estaban aferradas al barandal de concreto con tal fuerza que los nudillos ya estaban blancos. No podía dejar de mirar el largo vacío que lo esperaba, como una invitación silenciosa, un espejo del agujero que él mismo tenía.


Previo a irse del pueblo, este había sido el centro de infinitas reuniones con sus amigos, donde fanfarroneaban y se paraban sobre el angosto barandal para probar su valentía entre risas y vitoreos, mientras música rock salía del estereo del auto de Whitney.


Sus compañeros de clases. Sus hermanos de toda una vida. Había compartido numerosas desventuras con su grupo de amigos, y durante esos momentos, creyó que nunca terminaría. Pero ahora cada uno de ellos se había ido de Smallville. A la universidad, a conseguir un empleo, a probar la vida. Él era el único que seguía allí, pero al menos también estaba por irse, a un lugar muy alto que ninguno de sus amigos podría alcanzar pronto. Si tenía suerte, su padre lo recibiría de brazos abiertos.


Pero entonces pensó en Lana. En su madre. En la gente que dejaría atrás, incluyendo la viejita que le sonreía cada vez que iba a su tienda a comprar un soda, los viernes cuando terminaban las clases. ¿Qué sería de ellos?


Hubiera sido más fácil si Whitney pudiera simplemente desaparecer de la faz de la tierra. Un simple puff y la gente olvidaría su nombre y todo lo que habían pasado con él. Sin dolor. Solo dejar de existir. Ojalá fuera así de fácil. Si eso le hubiera pasado a su padre, tal vez el dolor en el pecho de Whitney no sería tan grande cada vez que despertaba, no tendría que ver su rostro al cerrar los ojos cada noche. No estaría a punto de saltar.


Alzó la vista al cielo para refrescarse. La lluvia ya estaba bien entrada y las frías gotas lo ayudaban a mitigar la pesadez en su pecho, o al menos a olvidarla.


Su madre estaría bien. Se había recuperado de la muerte del señor Fordman, o al menos podía sobrellevarla. Lo haría de nuevo, era una mujer fuerte.


A Lana le tomaría más tiempo, pero estaría bien con el tiempo. Clark estaría allí para apoyarla. Seguro que luego se casarían y tendrían hijos y ellos no se sentirían miserables viviendo en un sitio olvidado por dios. Clark la cuidaría.


Clark.


Tal vez debió aceptar su ayuda cuando hablaron por la mañana. Tal vez él lo podría arrastrar fuera del abismo. Era esa clase de persona, aún si Whitney no entendía del todo ese bobalicón optimismo que el joven siempre tenía. Pero abría dado el mundo entero por tener una fracción de la ilusión con la que el chico Kent miraba a los demás, como si pudieran ser salvados. Siempre envidió eso de él. Tenía que estar muy mal de la cabeza si estaba pensando en Clark Kent incluso a minutos del final.


Cerró los ojos e inhaló con profundidad. Dejó que la lluvia recorriera su rostro un par de segundos más. Iba a extrañar la lluvia, si es que iba a un lugar donde se pudiera extrañar. Después de unos cuantos latidos más, por fin abrió los ojos de golpe, y soltó su bastón.


El proceso de subir a la barandilla le tomó el doble de tiempo que cuando seguía saludable, en especial porque la lluvia volvía el concreto muy resbaloso. Quería morir por decisión propia, no por un resbalón estúpido.


Después de batallar con su propia y recientemente adquirida torpeza, se puso de pie sobre la barandilla, con ambas manos extendidas a las orillas para balancearse. El viento en su rostro habría resultado revigorizante en otras circunstancias.


Echó un último vistazo al acantilado, mientras intentaba contener su nudo en la garganta. Terminaría pronto.


—Whitney, espera —dijo una voz a su derecha, con la suficiente prudencia de no gritar. De haberlo hecho, el sobresalto lo habría hecho caer sin darse cuenta.


Whitney volteó en dirección a la voz, sin dejar de mantener el balance con los brazos, aunque habría reconocido esa voz con los ojos cerrados.


—Vete, Kent —dijo con voz que pretendía ser dura, pero sonó más bien como un graznido—. No quiero que nadie vea esto.


—Esta no es la solución Whitney. 


—No espero que lo entiendas. Ni tú, ni mamá, ni nadie —dijo Whitney—. Pero necesito que deje de… —su voz se apagó de golpe. La garganta le quemaba.


Después de varios segundos, Clark se atrevió a continuar.


—¿De qué?


—¡De doler! —Whitney gritó mientras el calor recorría sus mejillas en forma líquida. Era una suerte que estuviera lloviendo, aunque daba igual, él mismo sabía que estaba llorando, y de todas las personas posibles, lo hacía frente a Clark Kent. Era ridículo.


—Hay más formas de lograrlo, formas que no implican… esto.


Aún en medio de la tormenta en su mente, Whitney aún tuvo fuerza suficiente para dejar salir un resoplido.


—Es fácil para ti decirlo —Whitey desvió la mirada—. Tienes el mundo a tus pies. A tus padres, a la escuela, a tus amigos… Puedes hacer lo que quieras. No sabes lo que es ver cómo todas las puertas se cierran una tras otra. 


Clark no dijo nada por varios segundos. Tal parecía que Whitney había ganado el argumento, hasta que el boyscout abrió la boca, como siempre lo hacía.

—No puedo decirte que entiendo lo que es perder a un padre de esa forma, o no poder ir a la universidad, o quedar lastimado. Pero soy adoptado —la voz de Clark se quebró un poco—. Y amo a mis padres y mi vida en Smallville. Pero a veces me pregunto qué habría pasado si mis padres biológicos no hubieran muerto. Si no tuviera que cargar con sus secretos, con una vida que nunca conoceré del todo. Hay tanto de ellos en mí, y aún así son completos extraños. Jamás podré recuperarlos, pero aún así siento que debo vivir a la altura de lo que ellos esperaban, y a veces es demasiada presión.


Whitney no respondió de inmediato, solo respiró y exhaló varias veces. Por fin miró a Clark a los ojos, y pudo ver el genuino dolor en los ojos del chico granjero. Reconoció la fragilidad en su mirada, una a la que estaba acostumbrado, porque la veía todos los días en el espejo.


Requirió toda su fuerza poder aclarar su garganta y preguntar:


—¿Cómo lidias con ello?


—Un día a la vez —Clark sonrió, y por primera vez a Whitney no le molestó— Y recordando que no estoy solo, aún si parece así a veces. Siempre habrá alguien dispuesto a estar allí para tí.


Clark extendió su mano.


Whitney la miró mientras mil pensamientos recorrían su cabeza. Pero el que predominaba era cuánto significaba aquel gesto para él. Ni siquiera se dio cuenta cuando extendió su mano.


El movimiento hizo que su balance cambiara, por lo que trastabilló. No habría llegado a más, de no ser porque su pierna había llegado a su límite, doblándose y dejándolo caer. Whitney sintió una ráfaga de aire golpear sus mejillas mientras la gravedad lo llevaba al vacío.


Fue en ese instante cuando se dio cuenta de que no quería morir. Quería ir a comprar soda a la tienda de la señora May, quería probar las galletas de su madre, quería sentir la lluvia un agosto tras otro, y quería escuchar que otras frases insoportables conocía Clark. Pero ya era tarde. Cerró los ojos y esperó.


Pero la colisión nunca llegó.


Abrió los ojos ante la sensación de tirón en su brazo izquierdo, y se dio cuenta de que Clark lo sostenía con una mano, como si pesara lo mismo que una pluma. Este lo levantó poco a poco, hasta que lo sostuvo entre brazos, pero no con la habilidad suficiente, pues al retroceder resbaló y cayó de espaldas, con Whitney apoyado en su pecho. El rubio no volteó a verlo, solo respiró con lentitud, preguntandose si Clark se había desnucado por su culpa. Sin embargo, su pecho aún se movía de arriba a abajo.


—¿Estás bien?


Clark era ridículo. Quizá tenía una contusión y por eso lo primero que hizo fue preguntar eso en lugar de revisar si él mismo estaba bien. Pero esa pregunta fue lo suficiente para romper algo dentro de Whitney.


No pudo responder, porque esta vez no solo las lágrimas salieron de sus ojos como la lluvia del cielo, sino que empezó a sollozar. No de forma silenciosa o discreta, eran alaridos que debían escucharse al otro lado del acantilado. Sin tener donde más esconderse, Whitney enterró la cabeza en el pecho de Clark y dejó que sus emociones lo dominaran, aliviado y avergonzado a partes iguales.


Clark no dijo nada, solo empezó a acariciar suavemente la cabeza de Whitney, lo que solo sirvió para que Whitney siguiera llorando, con más fuerza. Era como si alguien hubiera creado una sola grieta en la presa y la presión acumulada hubiera quebrado la estructura entera.


Lo dejó salir todo hasta que, de nuevo, sintió que el mundo volvía a girar.



El camino de regreso a la residencia Fordman fue silencioso. Clark se había ofrecido a conducir por Whitney, y este no se había negado. Su pierna le quemaba demasiado como para forzarla a pisar el pedal de aceleración.


Whitney estuvo viendo el índigo del cielo a través de la ventana, hasta que Clark se estacionó frente a su casa.


—Si necesitas algo —Clark dijo cuando el motor se detuvo por completo—. O necesitas hablar con alguien, aquí estoy. Para cualquier cosa de verdad.


Whitney se le quedó viendo, tratando de hallar algún signo de lástima, y para su sorpresa no encontró nada más que la incómoda sinceridad típica de Clark Kent. Era reconfortante en un momento como ese. Ya no le quedaba duda de por qué Lana se había enamorado de él.


—Gracias —dijo en voz baja, sin tratar de disimular su alivio, por mucho que le avergonzara.


El sonido de la puerta al abrirse lo sacó de sus pensamientos. Allí estaba su madre, con los ojos húmedos, y Lana detrás de ella, con una expresión similar.


Whitney no dijo nada, solo corrió hacia ella como pudo, o al menos lo intentó. Su madre fue quien acortó la mayoría de la distancia, y en cuanto lo tuvo a centímetros de ella, lo estrechó entre sus brazos mientras sollozaba. Whitney no dejaba de susurrar cuanto lo sentía.


—¿Dónde estabas? —su madre le dijo en cuanto se separaron.


Whitney abrió la boca sin saber qué decir. No quería preocuparla de nuevo. Sólo quería olvidar que se había ido en primer lugar. Por suerte, Clark respondió por él.


—Estaba paseando por el acantilado, cuando lo encontré estaba dormido en su auto.


—Exacto —dijo Whitney con voz dubitativa—. Quería recordar viejos tiempos, pero como bebí mucho ni siquiera escuché mi teléfono. No volverá a pasar.


Su madre lo miró concentrada, pero luego cambió su expresión por una de alivio. No estaba seguro de si había creído en su cuento, pero por ahora estar con ella era suficiente.


Al terminar, Lana lo miró, sin atreverse a avanzar hacia él. Esta vez fue Whitney fue quien la envolvió en sus brazos, mientras esta lloraba.


—No quise preocuparte, perdóname —le dijo en voz baja.


—Lo importante es que estás aquí —Lana le dijo mientras se enjugaba las lágrimas.


—Y planeo estarlo por mucho tiempo.


Lana sonrió, creando un entendimiento mutuo entre ambos. 


—Bueno —dijo la señora Fordman—. Ya los entretuve aquí mucho tiempo, ¿quieren entrar por algo de café?


—No quisiera importunar —dijo Clark, mirando de forma (no tan) sutil a Lana. Lana bajó la mirada, incómoda.


Whitney miró a ambos, y al adivinar que no querían incomodarlo, dio el primer paso.


—De verdad, pasen, mamá hace un café delicioso.


—¿Seguro? —dijo Clark con expresión nerviosa.


—Seguro, es lo menos que les debo. Pasen.


Whitney se adelantó a entrar a la casa, no sin antes ver por el rabillo del ojo que Clark y Lana compartían una mirada dulce, y por primera vez no le molestó. No la amaba para ser precisos, pero sentía que podría vivir con eso. No resignado, sino aceptándolo como un nuevo capítulo de su vida, uno en el que podría sanar.


Whitney estaba hecho añicos, pero por primera vez en mucho tiempo, sabía cómo construir a partir de los escombros.