Manecillas, Capítulo 8

  08 Whitney se sentía culpable. La madre de Clark estaba en el hospital, y aún así su mente le daba vueltas al aparente rechazo que había s...

10/03/25

Manecillas, Capítulo 5

05

Clark conducía con demasiado cuidado, o al menos eso le decía Whitney. Clark consideraba que solo estaba conduciendo conforme a la ley, y el otro chico se jactaba de cómo al final de las fiestas de preparatoria, manejaba a ciento cincuenta kilómetros por hora para llegar a casa y nunca provocó accidente alguno. Clark en respuesta solo enarcó una ceja.


El camino era llenado por un cómodo silencio mientras el motor zumbaba al ritmo de la radio, que estaba tocando canciones pop recientemente exitosas. Los árboles a ambos lados del camino eran el toque final de una tarde relajada.


Su destino era el hospital de Smallville, para ser más específicos, el área de Terapia Física y Rehabilitación. Whitney tenía que ir tres veces por semana, por lo que Clark se había ofrecido a llevarlo para que no se sobre esforzara conduciendo. De por sí Whitney parecía esforzarse demasiado en las terapias.


El día que lo rescató del acantilado, había sido sincero al ofrecerse a escucharlo, pero nunca imaginó en que desencadenaría en ellos pasando tanto tiempo juntos. Lo más extraño era que lo disfrutaba, y a veces era fácil olvidar que Whitney era el ex-novio de la chica que actualmente pretendía, si a eso se le podía llamar coquetear. No importaba cuánto se quitara Whitney del camino, las piezas nunca parecían encajar.


—¿Te importa sin cambio de estación? —dijo Whitney a mitad de camino.


—Adelante.


De inmediato Whitney se puso a jugar con los botones de la radio hasta que llegó a la estación deseada. La camioneta entonces se llenó de rock sinfónico y la rasposa voz de un hombre.


—Bien —dijo satisfechó.


—¿Cuál es esa canción? —Clark dijo. A Whitney casi se le salen los ojos de las órbitas.


—¡Un clásico! —dijo como si fuera lo más obvio del mundo—. ¿Nunca has escuchado Nights in White Satin?


—Tal vez —dijo Clark después de meditarlo un segundo—. Creo que una vez la escuché en el tocadiscos de la señora May. Es música para viejitos.


—Sacrilegio —dijo Whitney de tajo, y empezó a tararear la melodía.


—Y a todo esto ¿Dónde la escuchaste la primera vez?


—En esta estación de radio, de hecho —Whitney sonrió con melancolía—. Era la favorita de papá.


El aire se sintió más cargado, y Whitney volteó a mirar por la ventana. Clark no estaba seguro de qué hacer, así que siguió conduciendo en silencio. Al cabo de un rato, dijo con sinceridad:


—Pues es una canción hermosa.


—Lo es —dijo Whitney, y volteó a sonreírle—. Qué lástima que no tengas cultura musical.


—¿Te refieres a la música de viejitos? —Clark dijo con una mueca sardónica. Whitney le dio un codazo.


—Lo siento señor “Coldplay es la mejor banda del mundo” —Whitney dijo con un fingido tono de indignación—. Demonios Kent, empezabas a caerme bien.


—No lo entenderías.


—Ni tú, ¡espera! —Whitney se apuró a subirle a la radio, y empezó a gritar a todo pulmón—: Some try to tell me thoughts they cannot defend, just what you want to be, you will be in the end…


—Me vas a dejar sordo.


¡And I love you! —Whitney alzó aún más la voz—. ¡Yes, I love you! ¡Oh, how I love you!


Clark dejó salir una carcajada mientras Whitney seguía la letra hasta el fin de la canción. Más que cantos, eran alaridos de animales agonizantes, pero había algo adorable en la pasión con la que el sonido salía de sus labios. Clark tuvo que recordar en más de una ocasión que debía mantener la vista  al frente.



La sala de rehabilitación rezumaba antiséptico y pomada. Además de Clark y Whitney, en la sala había otros cinco pacientes, cada uno con un acompañante y un fisioterapeuta apoyando durante la rehabilitación.


Clark estaba sentado en una silla plástica sosteniendo su tarea de física, pero hacía rato que la había dejado de mirar. Era interesante ver los ejercicios que Whitney, aunque este no parecía estar pasándola bien. 


En ese momento, Whitney estaba sobre una camilla amarilla, haciendo un ejercicio que la terapeuta había descrito como “Reprogramación del Cuadriceps”. Whitney estaba acostado de lado, usando una cincha en su mano para sostener una pierna, y la otra estaba doblada por la mitad y se balanceaba hacia enfrente y hacia adelante. 


—Trata de mantener tu espalda recta —dijo la mujer que lo asistía.


—¿Podemos parar ya? —dijo con voz de hartazgo.


—Solo un minuto más.


—Pero me duele.


—Entre más veces lo hagas, menos te dolerá —dijo Clark.


—Deberías escuchar a tu amigo, es inteligente —dijo una mujer pelirroja, sentada a unos metros de Clark. Su hijo estaba haciendo ejercicios al lado y tan pronto como se había presentado le había contado su vida entera a Clark.


—Nah, solo se hace el listo.


Clark lo miró divertido. Whitney puso los ojos en blanco.


Whitney pudo ponerse de pie y ponerse los zapatos cuando terminó un par de ejercicios más. Mientras lo hacía tenía cara de pocos amigos, y agradeció a la fisioterapeuta con un tono neutral mientras se apoyaba en su bastón. Clark se despidió de ella y de la mujer pelirroja.


El camino de regreso tuvo un silencio sepulcral en comparación a la ida al hospital. Whitney miraba al frente con gesto ceñudo, y no pronunció palabra.


—¿Qué pasa? —Clark dijo mientras paraba frente a la residencia Fordman.


—Nada —dijo Whitney con voz fastidiada.


—Vamos —dijo Clark. Whitney lo miró, como si tomara una especie de decisión. Clark continuó, con voz conciliadora—. Dime.


Whitney suspiró en señal de rendimiento y bajó la mirada.


—Es una estupidez. Las terapias son una estupidez. Me siento igual que cuando las empecé.


—Sí, porque las empezaste hace unas semanas. Te sentirás mejor con el tiempo.


—El doctor dijo que no hay garantía —Whitney se recargó en el asiento y cerró los ojos—. Preferiría dejar de ir, así no pienso todo el tiempo en que necesito usar este maldito bastón —con la pierna sana pateó la barra metálica.


—Aún así, creo que vale la pena intentarlo.


—¿Y si al final no sirve de nada? —Whitney le devolvió la vista. Sus ojos de pronto lucían muy grandes y cansados.


—Entonces veremos qué sigue —Clark dijo, hizo una pausa al notar que hablaba en plural, y continuó—, pero no te des por vencido aún.


Whitney se removió en su asiento, y pese a que se cruzó de brazos, su gesto de alguna forma parecía más ligero.


—Ya qué —dijo luego de suspirar—. Por cierto, gracias por venir.


—No es nada.


—No. Significa mucho.


Whitney se le quedó viendo por varios latidos, sus pupilas bailando con un brillo difícil de codificar. Clark no apartó la vista tampoco, se quedó admirando el tono acuoso de sus ojos, preguntándose cómo lucirían ante la luz del atardecer.


—Para mi madre —Whitney se aclaró la garganta—. Significa mucho para mi madre.  


Clark parpadeó varias veces, como si hubiera despertado de un sueño. Tuvo que mirar hacia fuera de la camioneta porque sus mejillas se habían acalorado; el espejo retrovisor le confirmó el confuso tinte rojo en su rostro.


—Por cierto —Clark abrió su mochila con manos torpes, con la cabeza gacha hasta que el color en sus mejillas se fuera—. Te traje algo. Para que no te aburras en el trabajo.


Sacó entonces un paquete de papeles engrapados, amarrados con dos ligas. Whitney los tomó y les quitó las ligas, examinando cada periódico. Todas tenían La Antorcha como título.


—Son los números pasados de los que te había contado. 


—Vaya —dijo Whitney mientras leía las portadas una tras otra—. La mayoría de los artículos parecen sacados de los Expedientes X.


—Lo normal para Smallville entonces —Clark señaló un nombre en el periódico—. La mayoría los escribe Chloe, es muy buena. Y algunos los escribo yo —añadió con orgullo.


—Genial, ahora ya sé cuáles saltarme —Whitney dijo con sarcasmo, por lo que Clark miró al techo.


Clark sostuvo los periódicos mientras Whitney salía de la camioneta, luego cerró la puerta por él y lo acompañó a la puerta de su casa.


—¿No quieres pasar? Mamá siempre hace comida de más —Whitney le dijo mientras miraba al suelo.


—Gracias, pero aún tengo cosas que hacer en la granja, y algo de tarea pendiente.


—¿Desde cuándo te atrasas con la tarea?


Clark rió, aunque no mentía. Siempre que acompañaba a Whitney, se suponía que aprovecharía para repasar apuntes y estudiar, pero al final se distraía de una forma u otra. En cualquier caso, podría usar su supervelocidad para terminarla en cinco minutos si alguna vez se le juntaban las tareas.


—Entonces —Clark bajó las escaleras de la entradilla—, te veo mañana.


Se despidió una última vez cuando subió a la camioneta para luego marcharse.


Cuando encendió la radio, la estación seguía siendo la que eligió Whitney. No la cambió.


Después de llegar a casa, mientras cortaba (o más bien partía con las manos) los troncos que le había asignado su padre, estuvo cantando en Nights in White Satin en voz baja, y por alguna razón su madre le preguntó si había ido a ver a Lana ese día.